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15 de Enero, 2012 · Islas Malvinas Argentinas

Reino Unido debería entregar Malvinas como lo hizo con Hong Kong


Hoy ya no hay espacio para la negativa al diálogo.

El periodista británico Simon Winchester dijo que "debemos repetir el éxito del traspaso de Hong Kong y prepararnos para darles las islas a la Argentina"


Mi país se ha comprometido a alcanzar una solución pacífica de la controversia respetando el modo de vida de los isleños, compromiso que ha sido plasmado en nuestra Constitución Nacional.
A esta obligación democrática se suma la de contribuir con uno de los principales objetivos de las Naciones Unidas, finalizar con el colonialismo. Hay que recalcar que de los 16 conflictos coloniales y de soberanía registrados en las Naciones Unidas diez tienen a Gran Bretaña como el poder colonial.
Es imperante que el Reino Unido desista de acciones -tales como los inexplicables ejercicios militares y la explotación de recursos naturales que violan resoluciones de Naciones Unidas- que agravan la situación en las Islas Malvinas.
Esta preocupación por la falta de resolución de la Cuestión Malvinas es compartida por una vasta mayoría de la comunidad internacional. En particular, nuestros dos países han sido instados a reiniciar las negociaciones por los organismos regionales más importantes - MERCOSUR, la Unión de Naciones Suramericanas, la Comunidad de Países Latinoamericanos y Caribeños, así como la Organización de Estados Americanos.
En el escenario global tanto la Argentina como el Reino Unido bregan por el diálogo y el respeto del derecho internacional como principio de solución de controversias alrededor del mundo.
¿Por qué entonces este principio no es aplicado por el Reino Unido a la Cuestión Malvinas?
Los desafíos que nos impone el siglo XXI al Reino Unido y a la Argentina exigen a ambas naciones la resolución de un conflicto colonial del siglo XIX. La Argentina está decidida a resolverlo mediante el diálogo. Sólo el Reino Unido falta en la mesa de negociaciones"
Al mismo tiempo, apareció un artículo de opinión del periodista británico Simon Winchester, titulado "Al problema de Malvinas, una solución civilizada", con una bajada que dice: "Debemos repetir el éxito del traspaso de Hong Kong y prepararnos para darles las islas a la Argentina".
Su traducción es la siguiente:
"El problema de Malvinas, uno de los dos problemas contenciosos de la era poscolonial que aún posee Gran Bretaña, el otro es Gibraltar, se está recalentando nuevamente y de manera ominosa. Los Embajadores son convocados, se realizan declaraciones a las asambleas nacionales, se realizan discursos belicosos, viejos planes de invasión se rescatan y reacciones navales defensivas de largo alcance son reconsideradas; y todo ello teñido de exasperación y lamentos acerca de "Como es que todo esto surge nuevamente?"
El petróleo, es una respuesta, la pesca, otra, envuelto todo por un orgullo nacional tanto en Londres como en Buenos Aires.
Principios largamente honrados, como el de la autodeterminación de los isleños, son cuestionados. Las costumbres largamente reverenciadas (scones a la hora del te, conducir del lado izquierdo, la extracción de algas y hablar inglés) están en juego.
Si la situación escala, podríamos volver a escuchar conversaciones sobre el año 1982. Lo que en la actualidad es un problema se puede convertir en una crisis. Luego de un intervalo de 30 años, se piensa que pueden reflotarse situaciones no deseadas y que sangre valiosa sea derramada una vez más, a fin de lidiar con un problema que Jorge Luis Borges describió al momento del último conflicto entre el Reino Unido y la Argentina, como "dos calvos peleando por un peine".
El tenía razón en ese momento, y sería correcto si alguien lo dijera ahora. Otra guerra no tendría sentido. Y si los británicos se molestaran en participar en una nueva guerra, con sus fuerzas disminuidas, muy probablemente la perderían. Estas son realidades que deben ser consideradas por el gobierno inglés. Las mismas realidades que se analizan en los rincones del Departamento de Estado, por un gobierno estadounidense que ha indicado que muy probablemente no nos ayude, ya sea de manera abierta o confidencial, por lo que seríamos muy tontos y cortos de vista en intentar resolver el problema nuevamente por el uso de las armas.
Por el contrario, este es un problema que debe ser resuelto por la diplomacia y el sentido común. Podría y debería ser resuelto -al menos porque resulta bastante absurdo que nuestra relación con uno de los países mas importantes de América Latina se enrarezca por un problema menor. Hay dos precedentes que pueden servirnos de guía, y uno de ellos involucra una nación que la mayoría de los británicos han considerado tan poco confiable como hemos considerado a la Argentina.
Este precedente involucra a China. Este es un país con un récord en derechos humanos de una magnitud mucho más grave que la de la Argentina, y sin embargo, los británicos han confiado implícitamente desde el año 1997 en que los chinos se ocuparían y harían felices a los 6 millones de ex ciudadanos británicos en nuestra colonia de Hong Kong. La garantía que le exigimos a China (la exigencia es la visión habitual del gobierno británico) era que, durante 50 años, a partir del traspaso el 30 de junio de 1997, el modo de vida de los habitantes (te oolong en el salón Clipper, revistas pornográficas, agencias de autos Rolls Royce en cada esquina, zapatos blancos en el Club de Diversión de Damas y una paga fija para las mucamas flipinas) sea preservada.
La soberanía china sobre el territorio fue rápidamente garantizada (no hubo ningún cuestionamiento al respecto, desde que China poseía la provisión de agua y que su ejército era 10 veces más grande que el nuestro) y el modo de vida colonial pudo ser preservado. Y debe ser reconocido que, a pesar de los fusilamientos de prisioneros, el encarcelamiento de Ai Weiwei y la prohibición de la utilización de Facebook y Twitter al pueblo chino, China mantuvo de alguna manera, la promesa que nos hizo respecto a Hong Kong. Un país, dos sistemas: esta idea resonante y radical progresó a fines de los 80s y ha sido eficaz y ha funcionado perfectamente desde entonces.
El precedente número 2 es, sin embargo, el mas interesante y posiblemente, el más relevante. Involucra a un archipiélago aislado en el extremo norte del Mar Báltico, las Islas Aland. Están situadas en el medio exacto entre Finlandia y Suecia; gracias a la excesiva complejidad de los dramas geopolíticos del Báltico (que involucran a la hegemonía rusa y las guerras con Francia), dicho territorio fue colonizado por los suecos luego de la Primera Guerra Mundial, aunque fue también reclamado por Finlandia, lo que produjo una crisis con Suecia en el año 1921.
La Liga de las Naciones fue llevada a su primer y único arbitraje, causando en el mundo fascinación y una inmensa conmoción. El mismo Japón se involucró, argumentando a favor de Finlandia (con el objetivo de asegurarse el apoyo finlandés para su propio reclamo sobre varias islas reclamadas a su vez por Corea), basándose en la conexión geológica de las islas Aland con Finlandia , siendo que el archipiélago se encuentra separado de Suecia por una profunda fosa marina, por lo que debía ser considerado finlandés.
La Liga de las Naciones votó a favor de Finlandia. Se acordó que la bandera finlandesa flameara en la capital de las islas, pero las costumbre y leyes suecas (incluyendo el lenguaje del gobierno y la educación a los niños) se aplicaría a la población de las islas. Los suecos fueron reacios al principio a perder la soberanía, pero luego de 90 años, la isla ha prosperado y la crisis ha sido largamente olvidada.
Sospecho que la actual crisis de Malvinas del 2012 puede ser olvidada si un arreglo similar puede ser rápidamente logrado entre Londres y Buenos Aires. No habría necesidad de un arbitraje de Naciones Unidas o de alguien más, El Reino Unido y Argentina podría lograr un acuerdo entre ellos, si se comportaran de manera madura y con buena fe.
En esencia el acuerdo sería similar al del Báltico, con un pequeño toque del acuerdo de 1997 para Hong Kong. La soberanía de las Islas Malvinas debería ser dada a la Argentina. A cambio, ellos deberían dar la firme, inequívoca e internacionalmente garantizada certeza de que el modo de vida de los británicos sería preservado en las islas, digamos, por el próximo siglo.
Los nombres locales, como Port Stanley (Puerto Argentino), Goose Green , podrían permanecer, aunque el Reino Unido debería permitir que las islas sean llamadas Las Malvinas (lo que en todo caso es un nombre que proviene del colonialismo francés, los originales ocupantes de la isla provenían de las isla Saint Malo).
Y con relación al petróleo y la pesca, los asuntos que realmente preocupan a las tres partes, se podría aceptar un acuerdo negociado. Quizás Londres, Buenos Aires y Port Stanley podrían recibir un tercio cada uno de los recursos obtenidos, con las proporciones variando a medida que transcurrieran los años.
El diablo mete la cola en los detalles financieros y las conversaciones podrían llevar años. Pero el diálogo es un gran recurso, mucho mejor que el conflicto. En la medida que el principio básico -soberanía argentina de las islas a cambio de garantías, de modo tal que la bandera azul argentina flamee en la casa de gobierno de Puerto Stanley( Puerto Argentino) a cambio de permitir que el taxi isleño continúe conduciendo en la calle Thatcher por la mano izquierda- pueda ser acordado desde el comienzo, el sentido común regresará al Atlántico Sur, y el temor a que esta situación bizarra e innecesaria salga otra vez de control sea evitado de una vez más y para siempre".

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02 de Abril, 2011 · Islas Malvinas Argentinas

Las Islas Malvinas Argentinas


Islas Malvinas Argentinas

Por años la causa Malvinas se quiso denostar, denigrar y desligitimar intentando humillar y olvidar reclamos y con ello a todos los que dejaron su sangre en aquel suelo argentino.

Malvinas resulta ser una causa argentina y mundial irrenunciable desde 1833 en el que el invasor británico avasalló y usurpó  el suelo argentino de las Islas Malvinas.

Nuestro dominio sobre las Malvinas, ya era indiscutible desde nuestra separación de España, el país había estado en pacífica posesión de las mismas y había ejercido hasta entonces actos de plena soberanía. Sin embargo, esta tan clara situación fue desconocida por Gran Bretaña.

Las Islas Malvinas

España venía ocupando discontinuamente el archipiélago desde que fue descubierto y bautizado como Islas de San Antonio por hombres de la expedición de Magallanes en 1520. A comienzos de 1811, el virrey Elío, que desobedecía a la Junta revolucionaria de Buenos Aires, ordenó desde Montevideo el abandono de Puerto Soledad en las Islas que ya habían sido bautizadas Malouines por marinos franceses procedentes de Saint Malo en 1708.

El 27 de octubre de 1820, cumpliendo órdenes del ministro de Guerra y Marina, Matías Irigoyen, llegó a Puerto Soledad al mando de la fragata "Heroína" el ex coronel del ejército norteamericano David Jewett, que desde 1815 estaba al servicio de las Provincias Unidas. El marino le escribía orgulloso al gobierno: "Tengo el honor de informar a usted de mi llegada a este puerto, comisionado por el superior gobierno de las Provincias Unidas de la América del Sud, para tomar posesión de estas islas en nombre del país al que pertenecen por la ley natural".

A partir de entonces se estableció una pequeña colonia argentina dedicada a la pesca y a la ganadería ovina. El 10 de junio de 1829, el gobernador delegado Martín Rodríguez creó la Comandancia política y militar de Soledad y designó a su frente al comerciante alemán nacionalizado argentino

Luis Vernet. El decreto establecía la continuidad histórica y jurídica de los derechos soberanos. Vernet llevó adelante una activa comandancia: construyó viviendas, levantó un relevamiento topográfico, montó un saladero de pescado y carne y una curtiembre y construyó la goleta Aguila.

La depredación de la zona preocupó al gobierno de Buenos Aires que, en octubre de 1829, prohibió la pesca y captura de ballenas hasta que en 1831 Rosas reemplazó la prohibición por un impuesto a los buques pesqueros. Pero los barcos balleneros pasaban de largo por Puerto Soledad eludiendo el impuesto y depredando a gusto.

Harto de esta situación, Vernet se decidió a actuar y apresó a los balleneros norteamericanos Harriet y Superior que sin permiso estaban cargando pieles de foca, mientras que un tercero que desarrollaba las mismas actividades pudo darse a la fuga. Vernet personalmente llevó a la Harriet a Buenos Aires, con su capitán, Gilbert Davison, detenido a bordo.

Los norteamericanos no se iban a quedar tranquilos y el 28 de diciembre de 1831, el capitán Silas Duncan, al mando de la fragata estadounidense Lexington, desembarcó en Puerto Soledad, atacó sus instalaciones, destrozó la artillería, quemó la pólvora, tomó prisioneros a seis oficiales argentinos, arrió la bandera celeste y blanca y declaró a las Islas "libres de todo gobierno".

El gobierno de Buenos Aires reaccionó enérgicamente y Rosas le pidió al ministro Manuel Maza que presentara una protesta formal ante Washington. El cónsul Slacum y el encargado de negocios Bayles fueron declarados personas no gratas y expulsados del país. Pero antes de partir, los agentes le "avisaron" al ministro inglés, John Woodbine Parish, que los Estados Unidos sólo pretendían permisos de pesca y que las islas estaban desguarnecidas y muy fáciles de tomar, invitando a los súbditos de Su Graciosa Majestad a invadir las islas.

El jefe de la estación naval británica en América del Sur, con sede en Río de Janeiro, sir Thomas Baker, impartió la orden y el 2 de enero de 1833 se presentó en Malvinas la corbeta inglesa Clío al mando del capitán John James Onslow.

Usurpación británicas de Malvinas

El 10 de septiembre de 1832 las Islas Malvinas estaban a cargo, provisoriamente por orden del Restaurador Juan Manuel de Rosas, a través del Ministerio de Guerra y Marina, al mayor de artillería Juan Esteban Mestivier quién había sido designado como comandante civil y militar de las Malvinas en reemplazo de Luis Vernet. El oficial Mestivier tenía dos años de casado con Gertrudis Sánchez, una porteña de 22 años, quien por aquel momento estaba embarazada.

El mayor Mestievier  partirá a las Malvinas en la goleta ¨Sarandí¨ que estaba al mando del teniente coronel de marina José María Pinedo, de 38 años. Pinedo, hijo y hermano de militares, había ingresado a la marina en marzo de 1816, a la edad de 20 años, mientras el país luchaba por su independencia.

Durante la guerra con Brasil, la goleta Sarandí ha sido una de las naves más heroicas bajo el mando del almirante Guillermo Brown.

Una vez en la goleta ¨Sarandí¨ el mayor Mestievier se trasladó hacia las islas junto a su joven esposa y 25 soldados del Regimiento Patricios al mando del teniente primero José Gomila.


El arribo de la expedición de relevo argentina

La expedición arriba a Puerto Soledad el  7 de octubre de 1832. Pinedo sale a recorrer en su goleta las costas de las islas y regresa el 30 de diciembre, con la idea de festejar el nuevo año en tierra.  Al regresar  de su patrulla y llegar a puerto , el oficial Pinedo se encuentra con un hecho desastrozo: un ex esclavo negro que revistaba en el Regimiento Patricios, Manuel Sáenz Valiente, y seis soldados más se habían amotinado y habían asesinado al mayor Mestivier,  mientras Gertrudis Sánchez daba a luz. Los insubordinados también mataron a un comerciante y a su mujer, robaron caballos y huyeron al campo. El teniente primero Gomila no sólo no intervino sino que obligó a la viuda de Mestivier a convivir con él. Con ayuda de los peones malvineros y la tripulación de un barco francés, Pinedo encarcela a los insurrectos.

Los mortificados colonos de la isla celebran el Año Nuevo quizá con la esperanza de un futuro de paz y prosperidad. Pero el drama recién comienzaría.

Actos de piratas

 El 2 de enero de 1833, la fragata de guerra inglesa Clío, al mando del capitán John James Onslow, de apenas 23 años de edad e hijo de un almirante de la Corona, invade las islas. El marino británico le comunica a Pinedo que tiene orden de ocupar el archipiélago en nombre de Gran Bretaña y le da plazo hasta el día siguiente para arriar la bandera argentina y retirarse.

Pinedo, considera que no tiene ninguna posibilidad de enfrentarse a la fragata Clío y actúa contrariamente a las órdenes recibidas y firmadas por el ministro de Guerra y Marina, Juan Ramón Balcarce, antes de zarpar hacia Malvinas, dichas ordene  son claras: “El comandante de la goleta Sarandí guardará la mayor circunspección con los buques de guerra extranjeros, no los insultará jamás; mas en el caso de ser atropellado violentamente [...] deberá defenderse de cualquier superioridad de que fuere atacado con el mayor valor, nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia […y] no podrá retirarse de las islas Malvinas mientras no le fuera orden competente para efectuarlo”.

Al mañana siguiente de la invasión británica, Pinedo ordena a sus hombres que embarquen y ofrece trasladar a Buenos Aires a los pobladores que quieran abandonar Puerto Soledad. La mayoría comienza a preparar su equipaje. Antes de abandonar ese territorio que le resulta tan hostil, el cauto hombre de armas redacta un documento que nombra “comandante político y militar” de las Islas Malvinas al capataz “Juan Simón”. Se trata de Jean Simon, que, además de francés, es analfabeto.

Malvinas bajo una bandera “extranjera”

A las nueve de la mañana del 3 de enero de 1833, mientras el decidido Onslow ordena izar la bandera británica en medio del redoble de tambores, el prudente Pinedo observa la ceremonia desde la goleta Sarandí. Antes de mediodía, un oficial inglés llega a la goleta con la enseña azul y blanca doblada, y un mensaje que expresa que las fuerzas de ocupación habían encontrado “esa bandera extranjera en territorio de Su Majestad”. A las cuatro de la tarde del día siguiente, el teniente coronel de la marina de guerra argentina ordena levar anclas y poner rumbo a Buenos Aires a toda velocidad.

En Puerto Soledad quedaban apenas 26 personas: 21 hombres, tres mujeres y dos niños. A eso se reduce la población de lo que poco tiempo antes era un laborioso establecimiento ganadero.

El capitán Onslow parte en la fragata Clío el 14 de enero, luego de encomendar la custodia del pabellón inglés a William Dickson, un irlandés encargado del almacén de víveres del poblado. La misión de Dickson es enarbolar la bandera los días domingo y cuando se presenten naves extranjeras, incluidas las argentinas.

Indulgencia militar

Cuando la Sarandí llega a Buenos Aires y Pinedo informa al gobierno, las autoridades ordenan una investigación y se forma un tribunal militar. Al concluir el proceso, la sentencia se cumple el 8 de febrero de 1833. El negro Sáenz Valiente, asesino de Mestivier, es fusilado en la Plaza de Marte (actual Plaza San Martín, en Retiro) después de amputársele la mano derecha. Sus seis cómplices también terminan acribillados contra el paredón. Los siete cadáveres son colgados durante cuatro horas. Otros dos soldados, que habían profanado el cadáver de Mestivier, fueron condenados a recibir cien y doscientos palos tras los muros del cuartel.

El tribunal militar es mucho más benigno con el teniente primero José Gomila, a quien le correspondía el mando de la tropa y tenía atribuciones de vicegobernador de las Malvinas. Lo condena a dos años con media paga en algún fortín de la provincia de Buenos Aires “a su elección”.

El teniente coronel José María Pinedo declara que sus oficiales y toda la tripulación, “exceptuando uno, eran ingleses”, que sus instrucciones “le prohibían hacer fuego a ningún buque de guerra extranjero” y que él era quien “tenía que romper el fuego con una nación en paz y amistad con la República Argentina”.

El tribunal que lo juzga es indulgente. Lo condena a una suspensión de cuatro meses sin goce de sueldo, le prohíbe estar al mando de buques y lo destina al Ejército de tierra. Pero en 1834, ante la falta de oficiales, es reincorporado a la Marina y destinado a tareas de vigilancia en el Río de la Plata. Y en la Armada termina su carrera tranquilamente a pesar de sus reiteradas conductas poco honorables. Siempre logra “zafar” gracias al prestigio de su valeroso hermano Agustín, quien en 1833 encabezó la llamada Revolución de los Restauradores y en 1835 había sido designado ministro de Guerra por Rosas.

Pinedo fallece tranquilamente en Buenos Aires en 1885, a los 90 años. A lo largo del tiempo, los cronistas oficiales irán arreglando de a poco los detalles de su “gesta” y justificarán su cobarde inacción en las Islas Malvinas. En 1890, la Marina de Guerra compra en los astilleros británicos de Yarrow una torpedera de 39 metros de eslora y la bautiza con su nombre. Y en 1938 también rebautiza como Pinedo a un viejo barreminas adquirido en Alemania.

Su hermano Agustín no tiene tanta suerte. El 3 de febrero de 1852 muere de insolación durante la batalla de Caseros.

La Armada de la República Argentina y la Academia Nacional de Historia son exquisitamente benévolas con los “héroes” de linaje patricio. Y con más razón cuando sus descendientes terminan emparentados por vía matrimonial –como es el caso de los Pinedo– con apellidos como Zuberbühler, Rodríguez Larreta, Álzaga Unzué, Del Pont, Zemborain, Miguens Basavilbaso, Blaquier, Lanusse…

Protesta argentina ante el gobierno británico

El 15 de enero 1833 el ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires, Maza, reclamó por el atropello ante el ministro inglés, Philip Gore, pero no hubo de parte de Londres siquiera una flemática respuesta.

Cuando el escocés Mateo Brisbane, un antiguo colaborador de Vernet, llegó a Malvinas el 3 de marzo, decidió ponerse al servicio de los ingleses. Obtuvo la confianza de los invasores y mantuvo como colaboradores a Juan Simón, un francés que trabajaba como capataz desde la época de Vernet, y al despensero de las islas, el irlandés William Dickson. Tanto el francés como el irlandés explotaban y maltrataban a los peones: les prohibieron faenar ganado y pretendieron pagarles sus magros jornales con vales que no eran aceptados en la despensa de Dickson, la única de las islas. La situación se fue tornando desesperante para los peones, que no se quedaron con los brazos cruzados.

El 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión. Al frente se puso el gaucho entrerriano Antonio Rivero. En pocas horas terminaron con las vidas de todos los extranjeros y enarbolaron nuevamente la bandera argentina. Así se mantuvieron por cinco meses, mientras esperaban que Buenos Aires enviara una expedición para ayudarlos, la que nunca llegó.

Los que sí llegaron fueron los ingleses. Fue el 7 de enero de 1834. A bordo de la fragata Challenger arribó el teniente Henry Smith para asumir como gobernador británico en las islas. Rivero y sus hombres resistieron dos meses, hasta que fueron capturados el 18 de marzo y enviados a Londres para ser juzgados. Finalmente el tribunal de Su Majestad le encomendó al almirantazgo que los devolviera a Montevideo, adonde llegaron a mediados de 1835. Según José María Rosa, Antonio Rivero murió heroicamente el 20 de noviembre de 1845 enfrentando la flota anglo-francesa en el combate de la Vuelta de Obligado, que pasará a la historia como del día de la soberanía nacional.

Rosas intentó canjear las islas por la cancelación del empréstito contraído por Rivadavia con la casa Baring en 1824, nuestra primera deuda externa. La misión le fue encomendada al embajador argentino en Londres Manuel Moreno, el hermano de Mariano. La idea era impracticable porque si Inglaterra se sentaba siquiera a negociar, estaba reconociendo la soberanía argentina sobre el archipiélago, cosa que no estaba ni está dispuesta a aceptar.

El 25 de julio de 1848 se debatió en el Parlamento británico el presupuesto del Imperio y William Molesworth dijo en su discurso: "Ocurren aquí las miserables Islas Malvinas, donde no se da trigo, donde no crecen árboles. Soy del parecer que esta inútil posesión se devuelva al gobierno de Buenos Aires, que justamente la reclama" . La confesión de parte no tuvo repercusiones en el gobierno británico que tenía muy clara la importancia estratégica del archipiélago situado frente al único paso interoceánico existente entonces en América, el estrecho de Magallanes.


Lo que siguió fue la más absoluta intransigencia del Reino Unido a siquiera considerar el tema de la soberanía .

Soberanía argentina sobre las Islas Malvinas

Así llegamos al 2-abril-82, casi 150 años de intransigencia en querer hablar de soberanía Argentina sobre la Malvinas, por eso independientemente de un gobierno dictatorial y represivo, el desembarco de ese día se hizo sin derramar una gota de sangre, salvo la de argentinos que recuperan para el patrimonio nacional, parte de su territorio cercenado por el engaño y el fraude histórico, geográfico y jurídico de G.B, mandando la flota colonialista más grande de su historia, 140 buques de guerra y logísticos, a 14.000 Km de distancia, apoyados y sostenidos logísticamente por EEUU y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), alianza militar de la Unión Europea, todos ellos unidos para acallar los derechos soberanos Argentinos y reconocidos por la Comunidad Internacional.

Por eso la Guerra Nacional de Malvinas, repito, con independencia de los Dirigentes Militares que ejercían un gobierno militar liberal y al servicio de los intereses extranjeros, la causa Malvinas no nace el 2-abril-82, ni termina el 14- junio-82; fue una batalla histórica inscripta en moldes de oro, como fue el rechazo de la primera invasión inglesa (1806) y segunda invasión inglesa (1807) sobre la gran aldea de Buenos Aires, que fueron rechazadas por el valor y el coraje de toda una población que no llegaba a casi 40.000 habitantes, pero estaba conciente, como decía el Gral. Belgrano: " Ni amos viejos ni amos nuevos" y para la gran desesperación de Inglaterra que no podía por la vía militar adueñarse del Virreinato del Río de Plata, y como todo un pueblo combatió unido en la causa de la Defensa y Reconquista de Buenos Aires, siendo la sorpresa para los racistas ingleses que hasta los esclavos negros pelearon con fiereza y así lo hicieron notar en los juicios militares de Beresford y Whitelocke.

Como la Guerra por la Independencia en América del Sur, con San Martín y Bolivar a la cabeza de Ejércitos Libertadores, o resistiendo en la Vuelta de Obligado, y Punta Quebracho por la pretensión Imperialista de Inglaterra y Francia de querer la libre navegación de nuestros ríos interiores.

Malvinas está inscripta en esas grandes luchas contra el colonialismo Anglo-Americano que actualmente se viven, en Afganistán e Irak, en la cual la guerra en el Atlántico Sur vino a sacarle la careta a estos imperialistas que se la dan de democráticos y defensores de los valores culturales y humanos del mundo, cuando en realidad pretenden el libre saqueo de las riquezas en especial de Argentina y América Latina, devastando todo a su paso como Atila y sus bárbaros Hunos.

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