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24 de Marzo, 2012 · Historias poco conocidas

La violencia terrorista en Argentina

La violencia guerrillera en Argentina

En 1970 se desencadenó una guerra interna en la Argentina, pero no una guerra convencional en la que los enemigos se combaten de frente.
Cuando el 29 de mayo de aquel fatídico año, para imponer el terror la banda de delincuentes subversivos "Montoneros" secuestró al Gral. Pedro Eugenio Aramburu - torturándolo y ejecutándolo el 2 de junio siguiente después de una parodia de "juicio popular" - la ciudadanía conoció un nuevo tipo de contienda, la del que mimetizado en la población decente y trabajadora asesinaba por la espalda a personas desprevenidas, por el solo hecho de vestir uniforme de la Patria o por pensar diferente, o apenas por estar en el lugar del bárbaro crimen y morir aumentando el terror.

Una verdadera guerra civil

Es cierto que para entonces ya habían tenido lugar las sangrientas jornadas del "Cordobazo" (29 de mayo de 1969) y que había perecido en un terrible atentado el dirigente sindical Augusto Timoteo Vandor (30 de junio de 1969) pero la guerra suvbversiva en gran escala comenzó con la ejecución del ex presidente, militar retirado transformado en dirigente político. Pero a partir de entonces, una seguidilla de actos terroristas, cada vez más salvajes y violentos, convirtieron a nuestra Nación en campo de batalla y tierra de nadie


foto: Santucho jefe del ERP (Ejercito Revolucionario de Pueblo)

Las primeras acciones de magnitud

Ataque a Monte Chingolo

El 1 de julio de 1970 los Montoneros se apoderaron de La Calera, en la provincia de Córdoba y un mes después, las intituladas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) hicieron lo mismo con la localidad bonaerense de Garín, donde después de tomar por asalto la estación del ferrocarril, la sucursal del Banco Provincia, la comisaría, las oficinas de ENTEL y algunas casas particulares, asesinaron a un efectivo de policía y una mujer ajena a los hechos.
La escalada de violencia fue tal que llevó a estudiosos y analistas de Europa y los EE UU a afirmar que el accionar guerrillero en nuestro país se ubicaba entre los más violentos y sanguinarios del mundo.

Ataque del ERP al regimiento de Monte Chingolo

Cifras espeluznantes

Entre 1970 y 1979 el terrorismo marxista leninista, siguiendo la premisa de uno de sus principales mentores, Ernesto Che Guevara, se cobró 684 vidas, civiles y militares, algunos de ellos extranjeros como el industrial italiano Oberdam Sallustro, asesinado el 10 de abril de 1972, el ejecutivo americano John Swint, el 2 de noviembre de 1973 y el cónsul norteamericano en Córdoba Egan John Patrick, el 28 de febrero de 1975, en tanto, otros terrorismos peronistas (AAA, por ejemplo) sumaba 461 vidas más, la mayoría bajo gobiernos democráticos legalmente constituidos. Si a ello agregamos los 772 desaparecidos entre el 11 de junio de 1973 y el 23 de marzo de 1976, desaparecidos por los que nadie investiga ni efectúa reclamo alguno, la cifra asciende a 1917 víctimas, un número escalofriante para lapso tan escaso.

Los hechos más resonantes

De los asesinatos y secuestros más resonantes destacase, además de los mencionados, el del general de división Juan Carlos Sánchez, el 10 de abril de 1972; el del capitán Humberto Antonio Viola y su pequeña hija María Cristina, de sólo tres años de edad (la otra hija, de solo 5 años, resultó gravemente herida) en Tucumán; el del Coronel. Argentino Del Valle Larrabure, cruelmente torturado durante un año en un inhumano lugar de cautiverio calificado "cárcel del pueblo", para finalmente perecer ahorcado; el del General de División Jorge E. Cáceres Monié y su señora esposa, el 3 de diciembre de 1975; el del General de Brigada Cesáreo Ángel Cardozo, muerto por un artefacto explosivo colocado debajo de su cama por una infiltrada fingida "amiga" de su hija; el del contralmirante Hermes Quijada, el 30 de abril de 1973; el del comisario general Alberto Villar y su esposa, el 1 de noviembre de 1974; el del líder sindicalista José Alonso (27 de agosto de 1972), el de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT (25 de septiembre de 1973), el del ex ministro de Economía Arturo Mor Roig (15 de julio de 1974) y el terrible atentado explosivo en el comedor del personal de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal, en el que perecieron descuartizados 20 oficiales del arma, todos perpetrados por las bandas armadas de delincuentes Montoneros, ERP, FAR, FAL (Fuerzas Armadas de Liberación) y FAP (Fuerzas Armadas Peronistas).
El modus operandi de estas arteras "acciones de guerra" era básicamente siempre el mismo: secuestros seguidos de torturas y asesinatos, disparos a mansalva desde rodados en marcha o explosivos de alto poder. Y no sólo personalidades de alta jerarquía fueron blanco de estos ataques sino también suboficiales, conscriptos, civiles, muchos de ellos niños y ancianos, empleados, docentes, profesionales, periodistas, sindicalistas, obreros, operarios, estudiantes, militantes políticos, amas de casa, ejecutivos, sacerdotes y hasta turistas, como Loize Crozier, muerto el 16 de octubre de 1972.
Pero el terrorismo subversivo que desató el baño de sangre en la década del setenta no se limitaron a esos hechos sino que, envalentonado por sus éxitos iniciales, emprendió otros que, por su envergadura, hicieron de su accionar una verdadera guerra civil.

El incremento de la violencia

Los intentos de copamiento de otras localidades como Mansilla, cerca de Magdalena, en julio de 1974; el asalto a la Guarnición de Ejército de Azul, Prov. de Buenos Aires, donde tenía asiento el Grupo I de Artillería Blindada, en el que resultaron salvajemente asesinados el Coronel Camilo Arturo Gay, su esposa Ida Irma Cazaux y el conscripto Daniel González (19 de enero de 1974), el ataque y copamiento del Comando de Sanidad del Ejército entregado por un Dragoneante traidor, la noche del 5 al 6 de septiembre de 1973 o el ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa en el cual inclusive los atacantes secuestraron un avión como apoyo de su operativo, en el que murieron doce efectivos de Ejército (5 de octubre de 1975). fueron algunas de las operaciones terroristas que la guerrilla llevó a cabo entre 1973 y 1975, sus años de auge.
Era sin duda una guerra; una guerra declarada por el enemigo marxista; una guerra civil, violenta e inhumana como nunca hasta la aparición de Sendero Luminoso, se había visto en América.

La guerra de Tucumán

Esa guerra alcanzó su clímax cuando a fines de 1974, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) abrió un frente en Tucumán, declarando insolentemente a esa provincia argentina como "territorio liberado" e iniciando acciones que, al forzar la intervención de las Fuerzas Armadas, tuvo episodios que en mucho semejaron a la guerra de Viet Nam. Combates en los montes, campamentos guerrilleros en la espesura, poblados ocupados por la guerrilla sediciosa, fusilamiento de campesinos que pasaban información a as fuerzas legales, incautación forzosa de medicamentos y alimentos por patrullas subversivas y guerra a gran escala fueron una constante en la tierra tucumana.
A lo largo de 1975, durante el denominado "Operativo Independencia", puesto en marcha por el gobierno de Isabel Martínez de Perón, tuvieron lugar sangrientos enfrentamientos en Santa Lucía, Potrero de Las Tablas, Quebrada de Lules, Río Pueblo Viejo, Manchalá, asentamiento Las Maravillas, arroyo San Gabriel, Acheral, Tafí Viejo, Potrero Negro, El Cadillal y el temerario ataque al Regimiento de Infantería Aerotransportado 17 de Catamarca que se llevó a cabo simultáneamente con la ofensiva sobre la Fábrica Militar de Villa María, Córdoba, en el que fue secuestrado el Coronel. Larrabure.

El Operativo Independencia

En la guerra de Tucumán

intervinieron la totalidad de las Fuerzas Armadas, desde el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea hasta Gendarmería, la Policía Federal, la de la provincia y algunos pocos cuadros de Prefectura que fueron a dar apoyo a las últimas. Dado el incremento operacional del brazo armado del ERP -denominado Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez"- que llegó a contar con el apoyo de Montoneros y cuadros provenientes del extranjero, entraron en acción, por vez primera, comandos del Ejército argentino especialmente adiestrados para este tipo de tareas en las selvas de Misiones y en el Delta del Paraná. Tuvieron también su bautismo de fuego los heroicos IA-58 Pucará, aviones de fabricación nacional especiales para acciones de contrainsurgencia y helicópteros de la Aviación de Ejército.
El 28 de agosto de 1975 Montoneros derribó un Hércules C-130 que habiendo despegado del Aeropuerto de Tucumán "Benjamín Matienzo" transportando 114 efectivos de la Gendarmería, cayó pesadamente a tierra al detonar una bomba en el extremo de la pista, cuando el aparato se hallaba en el aire. Perecieron seis efectivos y casi todos los miembros de la tripulación sufrieron graves quemaduras.

La derrota subversiva

Al cabo de un año y medio de guerra, el "Operativo Independencia", implementado por el Poder Ejecutivo Nacional el 5 de febrero de 1975 (Decreto "S" Nº 261), logró desbaratar a la Compañía de Monte que en su momento llegó a contar con 5.000 efectivos en pie de guerra. Ello motivó a los subversivos a abandonar el campo de batalla para abocarse de lleno, como último recurso, a las acciones de "guerrilla urbana".
El último golpe de magnitud implementado por la subversión, hasta el aislado aunque brutal ataque al Regimiento de La Tablada en el mes de enero de 1989, fue el combate de Monte Chingolo, el 25 de diciembre de 1975, en el que un autodenominado Batallón Urbano General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo llevó a cabo la mayor acción de la guerra subversiva en nuestro país, con la idea de tomar 13 toneladas de armamento para ser enviados a la agonizante la guerrilla rural de Tucumán.
El objetivo, el Batallón de Arsenales 601 "Domingo Viejobueno", sobre el Camino Gral. Belgrano, en el partido de Lanús, no logró ser tomado pero en las acciones participaron 70 guerrilleros comandados por el líder máximo del ERP, Roberto Mario Santucho, con el apoyo de otros 200 apostados en las inmediaciones, dotados de armamento pesado, explosivos, sofisticados medios de comunicación, vehículos livianos y camiones con los colores del ejército.
La reacción de las Fuerzas Armadas, al comando del General Gallino, fue inmediata y en los combates, que se prolongaron por espacio de varias horas, murieron 84 guerrilleros, seis militares (tres oficiales y tres conscriptos), dos policías y cuatro civiles inocentes, además de decenas de heridos y contusos.
El 19 de julio de 1976 Santucho fue abatido junto a otros compañeros de fechorías en el domicilio del terrorista Domingo Menna, en Villa Martelli (en el combate murió también el capitán Juan Carlos Leonetti) y, a partir de entonces, el poder de la guerrilla comenzó a decrecer. Sin embargo, su rastro de sangre aún perdura en quienes no han caído en la maliciosa trampa de tergiversar los hechos y mirar sólo un lado de la historia.

El Asalto al Regimiento de la Tablada

Gorriarán Merlo el ideólogo del asalto

En enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Gorriarán lideró un grupo armado de Todos por la Patria que intentó copar el Regimiento Militar de La Tablada, en el oeste del Gran Buenos Aires, acción en la que murieron 39 personas, 9 de ellas habrían sido prisioneros fusilados una vez detenidos,1 y cinco de ellas soldados conscriptos.
El líder guerrillero justificó la toma diciendo que tenía el objetivo de impedir un supuesto golpe de estado planeado por el entonces candidato a presidente Carlos Saúl Menem (luego presidente, entre 1989 y 1999) y el ex militar Mohamed Alí Seineldín. Para la investigadora Claudia Hilb, en cambio, un reducido grupo de personas encabezado por Gorriarán Merlo trató de «fabricar un presente ficticio: fabricar en primer lugar la «materia» a ser interpretada -el ficticio golpe carapintada- para sobre esta ficción erigir una mentira verosímil -fuimos a parar el golpe- que, bien instrumentada, deberá poder manipular ahora los sentimientos antigolpistas del pueblo en favor de la insurrección».
Por ese ataque, Gorriarán fue detenido en 1995 en México y extraditado hacia Argentina.
Tras ser condenado a prisión perpetua en 1996, Gorriarán protagonizó junto a otros ex guerrilleros detenidos una huelga de hambre que duró 162 días, y fue liberado en 2003 por un indulto presidencial del entonces presidente Eduardo Duhalde

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publicado por sondermann a las 14:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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